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COSAS DE MARINEDA. LA PROCESION DE JUEVES SANTO

Tal vez esa neblina en la que quedan sumidos los recuerdos con el paso de los años no permita devolver a la memoria, con toda la frescura, el recuerdo de hechos vividos; quizás lo más que se puede lograr es una recuperación un tanto distorsionada de la realidad; sin embargo, de una u otra forma, todavía permanecen relativamente frescos en los recuerdos algunos episodios de los que fuimos testigos años atrás y entre ellos sin duda están aquellas procesiones del Jueves Santo coruñés de los inicios de la década de los 60.

La Coruña fue siempre ajena a los tópicos relacionados con la Semana Santa que hablan del profundo aroma a flores primaverales mezclado con el olor inconfundible de la cera al quemarse; tampoco nuestra ciudad fue escenario nunca de vistosos desfiles procesionales en los que tallas de incalculable valor o belleza hacen estación de penitencia por plazas y avenidas; ni siquiera la querida Marineda se ha distinguido por ver discurrir por sus calles largas filas de cofrades vestidos con hábitos multicolores. Más bien todo lo contrario. La Semana Santa coruñesa constituía – de hecho aún lo constituye en la actualidad – un estadio en la vida cotidiana, un parón en el inicio de cada primavera, que se vivía con cierto recogimiento y con una religiosidad un tanto peculiar.

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Desaparecido paso de «la Oración en el Huerto»

Pese a todo, aquella Coruña adormilada de los albores de los 60 parecía sacudir sus propias entrañas y despertar cada noche de Jueves Santo en que se volcaba a las calles y plazas para presenciar, en sobrecogedor silencio, el desfile de las chirriantes carrozas que transportaban los Pasos pregoneros de la Pasión del Señor.

Aquella procesión que, de la mano de nuestros padres, veíamos desfilar en silencio desde las aceras de la calle de San Andrés salía a la ciudad del hermoso templo de la Colegiata de Santa María del Campo y la responsabilidad de su organización recaía en la Cofradía de San Juan Evangelista, una congregación en la que militaban mayoritariamente jóvenes coruñeses.

La procesión del “Dolor” o del “Silencio” discurría por las calles coruñesas sin escoltas militares, tan propias de la época, y sin el tradicional acompañamiento de Bandas de Cornetas y Tambores que, como la de Aprendices de la Fábrica de Armas, la del Regimiento de Infantería, el de Artillería o el de Transmisiones, habitualmente acompañaban los desfiles procesionales en nuestra ciudad. Procesionaba sola, en medio de un espeso y agobiante silencio roto tan solo por el frecuente canto del “perdona a Tu pueblo Señor” o el chirriar mal disimulado de los carros que portaban los dos Pasos que, junto al Cristo crucificado de la Colegiata, participaban en el desfile.

Noche coruñesa de silencio frío, de lento discurrir de penitentes, de llamadas a la oración y a la expiación de culpas y pecados. Marineda se apaga, se sobrecoge, se estremece, para asistir como testigo mudo al drama de la Pasión.

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Desaparecido paso de «El Prendimiento»

La “Oración el Huerto”, “el Prendimiento”, popularmente conocido como el “Beso de Judas” y la magnífica talla del Cristo de la Colegiata, obligaban a contraer los corazones en aquellas noches de Jueves Santo. Noches en que descubrimos, guiados por la voz suave, plena de ternura, de nuestras madres, los secretos de un Cristo que aprendimos a amar y a tratar de imitar.

¿Qué habrá sido de aquellos «pasos» de la «Oración en el Huerto» y «el Prendimiento» que se guardaban, cada año, en los bajos del Ayuntamiento? Un misterio que jamás pudimos desvelar pese a intentarlo con una intensidad casi enfermiza. Muchas preguntas sin respuesta. Pistas que se pierden en la nebulosa de los años transcurridos.

Quizás aquella Cofradía de San Juan Evangelista y los Pasos mismos tuviesen su origen en la mitad de la década de los 40. Se trataba de dos representaciones tradicionales de los momentos de la Pasión que les daban nombre. «La Oración en el Huerto» con un Cristo arrodillado al pie de un Angel portador de un cáliz mientras varios Apóstoles durmientes completan la plasticidad de la escena y «el Prendimiento» con la inconfundible figura de un Judas besando la mejilla de Cristo antes de entregarlo a la chusma de Caifás mientras San Pedro arremete espada en mano contra uno de los sayones.

Dos pasos que procesionaban sobre sendas carrozas de grandes dimensiones, al menos eso es lo que se nos antoja ahora que tan solo podemos evocarlos desde la perspectiva, a veces distorsionada, de unos ojos infantiles y cuyo recuerdo viene a ratificarse por el hecho de que ambos conjuntos se incorporaban a la procesión en la calle del General Alesón y se despedían en la plaza de María Pita, al no poder ser trasladados hasta las puertas de la Colegiata por lo intrincado y laberíntico de las callejuelas de la Ciudad Vieja.

Luego, en su lento y cansino discurrir por las calles del centro coruñés, las luces de comercios y el alumbrado público iban apagándose a su paso, confiriendo al ambiente una sensación de sobrecogimiento difícilmente descriptible.

Recuerdo que la última vez que la vi, casi a los pies de aquel hermoso edificio de la sede de la Caja de Ahorros, con su gallarda torre del reloj, en la esquina de San Andrés con la Rúa Nueva, el mal disimulado chirriar de las metálicas ruedas de los carros que transportaban las imágenes, comenzaba a convertir aquella procesión en una caricatura de lo que realmente tenía que ser, quizás por ello dejase de salir para siempre.

Hoy se echan en falta aquellos conjuntos pasionales. Hoy se añoran los viejos Pasos del «Prendimiento» y de la «Oración en el Huerto» pese a que éste último, aunque de otra factura, afortunadamente ha sido recuperado por la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y del Santo Entierro, procesionando en la actual Semana Santa coruñesa.

¿Qué fue de aquellos Pasos? No tengo respuesta y los que realmente podrían tenerla no han querido o no han sabido dármela. Recuerdo que a principios de la década de los 70 vi con mis propios ojos los restos de un Angel, con cáliz en la mano, rematando un enorme montón de cachivaches inservibles en un viejo almacén municipal donde me aseguraron que aquella imagen procedía de los viejos Pasos procesionales. Sin embargo, nada pude saber del “Beso de Judas”. Hay quien asegura que fue vendido a la Semana Santa de otra ciudad no muy lejana y que todavía desfila por sus calles y plazas. Una información a todas luces carente de fundamento alguno.

He consultado hemerotecas y me he entrevistado con semanasanteros de prestigio y larga tradición en nuestra ciudad y nadie ha sabido darme una respuesta coherente, es como si este episodio se hubiese borrado de su memoria. Sin embargo, tras largas y laboriosas pesquisas, finalmente pude hallar una pista que aunque no ha servido para dar con el paradero de ambos conjuntos escultóricos, si me ha permitido llegar al conocimiento del origen de su factura. Ambos pasos, al menos el de «El Prendimiento» no tengo duda alguna, y por lo que he podido averiguar el de la «Oración en el Huerto» también, fueron construidos en los talleres del escultor santiagués José Rivas, un imaginero que tuvo pleno apogeo a finales de la década de los 40 del pasado siglo y de cuya gubia salieron conjuntos similares a los descritos, algunos de los cuales participan en la Semana Santa de alguna otra ciudad gallega. El resto, especialmente el paradero de los dos pasos, sigue siendo un misterio difícilmente descifrable.

Incluso, en algún trabajo de investigación referido a la obra del escultor santiagués se habla del «paso» de «la Caída de Jesús», construido igualmente a instancias de una de las Asociaciones religiosas de nuestra ciudad. Otro enigma sin descubrir ya que aunque creemos que puede tratarse de un error y realmente a lo que se están refiriendo es al «paso» de «el Prendimiento», caso de no ser así tampoco sabemos dónde ha ido a parar esta nueva obra de Rivas hecha para la Semana Santa de nuestra ciudad.

Lo cierto es que, desde aquellos inicios de los 60, la noche del Jueves Santo coruñés ya no es la misma. Ya no se apagan las luces de los comercios; ni siquiera se canta el “perdona a Tu pueblo, Señor”; la cofradía de San Juan Evangelista no existe y los niños ya no quedan boquiabiertos al ver discurrir, ante sus ojos, en cualquier esquina de la calle de San Andrés, unos retazos de la Pasión de Nuestro Señor.

José Eugenio Fernández Barallobre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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