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¿DONDE ESTABA LA ALCALDESA?

Creo que los coruñeses deberíamos estar hartos de los desplantes de la alcaldesa y de su equipo de gobierno socialista, ese que lo único que ha sabido hacer son carriles-bici que usan unos pocos que ni tan siquiera pagan un euro por su utilización, destrozando las calles, avenidas e intersecciones de la ciudad, convirtiéndole en hostil e impracticable.

Sin embargo, hoy no quiero ocuparme de ese asunto sino de otro que demuestra que encima de incompetente, fiel lacaya de la perniciosa “agenda 2030”, es también una sectaria de tomo y lomo incapaz de representar más que a un sector de los coruñeses: sus afines políticos.

Hoy, celebramos, como cada año el Viernes de Dolores, una fecha que está fijada en la retina de los recuerdos de los coruñeses que no hemos olvidado aquella epidemia de cólera que, en 1854, se llevó por delante a casi el 25% de la población.

Fueron jornadas dantescas las vividas en la ciudad, especialmente entre los días 19 y 21 de octubre, registrándose cientos de fallecimientos diarios. Cadáveres hacinados en fosas comunes, tras ser recogidos de las calles y de los portales donde aguardaban a que fuesen retirados para darles cristiana sepultura. Médicos que no daban abasto atendiendo enfermos. Alaridos de dolor. Angustia y terror de una población que veía como cada día se iba diezmando, sin poder ponerle remedio.

Así las cosas, en la jornada del 22 de octubre de aquel año, el pueblo de La Coruña volvió la vista a la Virgen de los Dolores. Ya lo había hecho, con buen resultado, en 1589 cuando se recurrió a Nuestra Señora del Rosario para que mediase en la salvación de la ciudad, asediada por los ingleses. Ahora había que rogarle que nos librase de la epidemia de cólera.

Se agotaron todas las velas en los comercios de la ciudad; muchos fieles acudieron descalzos a postrarse ante la imagen enlutada de Nuestra Señora para suplicarle que liberase a la ciudad de aquel tormento.

Y así fue, desde el día siguiente, la epidemia comenzó a remitir. Finalmente, en el mes de noviembre, todo regresó a la normalidad y la epidemia se fue por donde había venido, dejando, eso sí, un reguero de muerte y de ruina económica en la ciudad.

A partir de aquel 1854, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, venerada en su camarín de San Nicolás, ha gozado de una gran devoción en La Coruña, hasta el punto de ser coronada canónicamente, en la plaza de María Pita, entre el fervor popular, en agosto de 1929.

Pues bien, esta tarde, como cada Viernes de Dolores, la imagen de Nuestra Señora salió a las calles ante la mirada de cientos de coruñeses que, cada año, renuevan su voto de gratitud y veneración a la imagen de la Virgen. Por supuesto, igual que en los años precedentes, la Alcaldesa no acudió al acto, supongo que estaría muy ocupada en otros menesteres; tampoco asistió ninguno de su troupe entre los que se cuentan algunos otrora muy devotos, de esos que acudían a las procesiones de mantilla para que las viesen, incluso cargando imágenes en los desfiles procesionales de la Semana Santa, pero todo eso concluyó una vez asumieron el escaño, bien retribuido, de Concejales.

Estos desplantes de la alcaldesa son ya demasiado frecuentes. Hay que recordar que tampoco acude a la Función del Voto, fecha en la que La Coruña renueva la promesa hecha a la Virgen del Rosario cuando, en 1589, la plaza estaba al borde que caer en manos de la pérfida Albión. Algo similar sucede el 7 de octubre, festividad del Rosario, en que tampoco concurre al acto oficial de su celebración religiosa.

De igual modo, hay que recordarle a los coruñeses, cuando el pasado 28 de mayo se celebró una Jura de Bandera para personal civil con motivo del 150º aniversario de la creación del Regimiento de Infantería “Isabel la Católica” nº 29, una Unidad militar que guarneció, durante muchos años, la plaza de La Coruña y cuya Enseña fue jurada por miles de hijos de La Coruña. Tampoco esta señora hizo acto de presencia en aquella jornada. Es más, hubo testigos de toda solvencia que la vieron salir a hurtadillas del Ayuntamiento, momentos antes de iniciarse el acto, evitando ser vista y manifestando, en el colmo de la desfachatez, “que no me vea nadie”.

Algo similar aconteció el 9 de julio siguiente, cuando el puerto coruñés recibió la visita del Buque Escuela de nuestra Armada “Juan Sebastián Elcano”, siendo la segunda vez en su dilatada historia que tocaba nuestros muelles. Pues bien, además de no organizar ni un solo acto oficial en nombre de la ciudad, tampoco asistió a la Jura de personal civil que se celebró con tal motivo. Es de suponer que estaría muy ocupada con sus tonterías sectarias.

Y así en todo. Esta señora desconoce que La Coruña es algo más que disfrazarse en Carnaval seguida de sus acólitos y que los coruñeses merecemos y debemos exigir que quien nos gobierne y a quien pagamos un sueldo por ello, tiene el deber y la obligación de conservar nuestros usos y tradiciones le gusten a ella o no, simpatice con ellas o no, sean de su credo político o no y de representarnos en todos los actos solemnes que se organicen.

Espero de todo corazón que, por el bien de La Coruña, esta individua no repita mandato, que se vaya para su casita y que deje paso a coruñeses de verdad que aman la ciudad, sean fieles a sus tradiciones y gobiernen para todos los ciudadanos independientemente de la ideología y el credo que profesen.

Ya estamos hartos de tantos desplantes, tanto sectarismo y tanta incompetencia.

Eugenio Fernández Barallobre.

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