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LA PRIMERA HOGUERA ALEGÓRICA

Tal vez fuese en una de aquellas reuniones celebradas, en las aulas del Colegio de la Compañía de María, cedidas por su Directora, la Madre Mª del Coro Urrutia, donde se propuso y se aprobó el cambio de la hoguera tradicional por otra alegórica -que no “falla”, pues no estamos en Valencia-, para darle mayor vistosidad a nuestra noche de San Juan.
Aquella propuesta que, por cierto, no fue secundada por el sector purista de la Junta Directiva que se mantenía fiel a la tradición sanjuanera de quemar una hoguera a base de trastos viejos y madera hurtada, tuvo que aguardar hasta 1977 para hacerse realidad.
Las HOGUERAS-77, estuvieron jalonadas de dificultades, desde su principio a su fin, por una serie de graves problemas económicos que nos venían aquejando y habían tenido su origen los años anteriores, especialmente desde 1976 en el que, por una cabezonada de un Concejal, no pudimos instalar las atracciones de feria que constituían uno de nuestros principales sostenes económicos. Sobre este asunto, volveremos, igualmente, en otro capítulo de nuestra historia.
Cuando comenzamos a programar el ejercicio de 1977, se valoró la necesidad de impulsar, de forma definitiva, la fiesta y fruto de esta pretensión se confeccionó un ambicioso programa que incluía muchas novedades con relación a los anteriores, siendo una de ellas, precisamente, dar cumplimiento al acuerdo adoptado años atrás y sustituir, definitivamente la hoguera tradicional por una alegórica.
Dada la pertinaz carencia de recursos, agravada aquel ejercicio de manera notable, se prescindió, ya desde el principio, de la posibilidad de encargar a algún profesional la fabricación de nuestra primera hoguera alegórica, comenzando a tantear a unos y a otros, con el fin de encontrar a alguien que realizase la obra exclusivamente por el importe de los materiales.
Tras darle muchas vueltas al asunto, por fin, alguien vinculado a la Comisión de aquel año, nos puso en contacto con una persona, cuyo nombre voy a omitir pues ya no se encuentra entre nosotros, que se ofreció de forma voluntaria a construir nuestra hoguera.
El proyecto que presentó consistía en una Torre de Hércules, de diez metros de altura, colocada sobre una base de dos y rematada por un sol de tres metros de diámetro; en total quince metros de altura, que nos parecieron lo suficientemente llamativos y aparatosos para nuestro debut en el mundo de las hogueras alegóricas.
La hoguera se completaba con las figuras de un demonio y de una bruja que irían colocadas en alguna parte del conjunto y que, sin embargo, creo que no se llegaron a construir.
Aprobado el proyecto, se iniciaron las gestiones conducentes tanto para la localización del lugar apropiado para su fabricación, como para el acopio del material necesario para convertir en realidad aquel boceto presentando en papel.
A falta de otro lugar, que no lo encontramos, por medio del Consistorio logramos la cesión de un vomitorio del, todavía sin estrenar, Frontón de Riazor; no era el lugar más apropiado, pero tendríamos que arreglarnos.
Acopiado el material necesario, se inició la construcción de la gran torre que se prolongó durante varios días. El problema surgió la tarde del 22 de junio, cuando nos dispusimos a sacar la torre del interior de aquel vomitorio, dándonos cuenta de que su creador había tomado mal las medidas y las operaciones de extracción de la Torre, para su traslado, a Calvo Sotelo, nos costaron Dios y ayuda, aunque finalmente lo logramos.
Sin embargo, la historia de esta primera hoguera alegórica no termina aquí ya que tiene un epílogo. Se habían dado las instrucciones para la instalación de la base sobre la que se habría de sustentar la Torre, pero, por causas ajenas a nosotros, esos trabajos se demoraron de tal suerte que, cuando llegó la gran figura de nuestro milenario faro a Calvo Sotelo, esta aún no estaba instalada.
Así se le explicó al artífice de la obra, indicándole que la base se instalaría en las horas siguientes; sin embargo, lejos de comprenderlo se puso como una fiera, comenzando a gritar y a amenazar con que destruirlo todo. De hecho, eso hizo con el gran sol que rompió en varios pedazos.
No hubo otro remedio que pararle los pies para evitar que destruyese todo lo construido, simplemente por un capricho y por la intolerancia de aquel individuo. Fueron Santiago Piñeyro y mi hermano Calín, quienes lo evitaron, no permitiéndole que cumpliese su promesa y, de esta suerte, marchó de Calvo Sotelo profiriendo alaridos y amenazas.
Corría la noche del 22, así que no quedó otra que, entre todos, comenzar los trabajos de instalación de la hoguera, dirigidos por Santiago Piñeyro, que se prolongaron durante una buena parte de la tarde del 23 en que quedó lista para ser quemada aquella noche, ante miles de personas que llenaron Calvo Sotelo.
Como anécdota final señalar, que en La Voz de Galicia del día 24, aparece una fotografía de la Torre, todavía descansando sobre el pavimiento, señalando que la hoguera no se había quemado pese a que, a las doce de la noche de aquel San Juan, Isabel Ruso de Lago, Meiga Mayor 77, procedió a consumar el rito del fuego sanjuanero y la Torre se convirtió en pasto de las llamas.
Al año siguiente, 1978, el diseño y construcción de la hoguera alegórica, se le encomendó a nuestro buen amigo Joaquín Castiñeiras, quien, con mucha maña y gusto, construyó un gracioso Obelisco al que prendió fuego Rosa Gil Caballero, Meiga Mayor de las HOGUERAS-78.
Por razones que no puedo precisar, aunque supongo que serían de índole económico, en 1979 no se quemó hoguera alegórica alguna, retornando, muy a nuestro pesar, al formato tradicional que fue quemada, la noche de San Juan, por la X Meiga Mayor, Begoña López Abella.
Fue, a partir de 1980, con la quema de la portada de un castillo, con la figura de un fantasma incluida, construida por Jorge Armengol, miembro de la Junta Directiva de la Comisión de aquellas HOGUERAS, cuando ya, de forma ininterrumpida, recuperamos nuestra hoguera alegórica y así, hasta nuestros días.
Creo que con esto queda diametralmente probado, que la costumbre de quemar una hoguera alegórica la noche de San Juan, obedece, como muchas cosas más, a un proyecto de la Comisión de las Hogueras que le fue hurtado, de forma miserable y ruin, por el desgobierno municipal, surgido de las elecciones de 2015.
José Eugenio Fernández Barallobre.

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