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EL IMPERIO DE LA MEDIOCRIDAD

Desde hace dos años, dos larguísimos años, La Coruña, nuestra querida ciudad, ha dejado de ser noticia quedando sumida en una especie de oscura nebulosa que la cubre por entero, evitando así que sus reflejos se proyecten más allá de sus fronteras locales.

Una ciudad carente de proyectos, carente de ilusión, carente de visión más allá de sus propios límites, es una ciudad que está condenada a no tener futuro, a quedar sumida en un peligroso ostracismo cuyas consecuencias se pagarán durante muchos años y esa deuda tan solo la abonaremos los coruñeses.

No tenemos más que asomarnos a los telediarios que cada día ofrecen las diferentes Cadenas de televisión para observar que ya no se habla de La Coruña para nada.

Mientras en otras ciudades grandes y pequeñas sus exposiciones, sus grandes congresos, sus festivales musicales, sus ferias taurinas, sus fiestas mayores, sus Semanas Santas, sus grandes acontecimientos deportivos, sus estrenos teatrales, las visitas de personalidades, etc., constituyen noticia de primer orden que suele cerrar los telediarios, La Coruña parece que ha dejado de existir, quedando fuera de todos los circuitos. Jamás una grata noticia que tenga por escenario nuestra ciudad ocupa ni un segundo en estas citas televisivas con las noticias.

Dejamos de ser aquella ciudad cosmopolita y vanguardista que fuimos otrora, con grandes conciertos, inolvidables exposiciones, visitas de primer nivel, para convertirnos en una especie de ente mediocre que no se sabe muy bien por qué derroteros camina y mucho menos hacia dónde va.

La Coruña es una ciudad eminentemente de servicios y que debe estar claramente orientada a la captación de corrientes turísticas, sin embargo esto parece no importarle a nadie. No tenemos más que darnos una vuelta por la Ciudad Vieja para observar, con tristeza, el lamentable estado de abandono y suciedad en que se encuentra sumida. Sus paredes llenas de pintadas muchas de ellas de pésimo gusto; sus calles con el enlosado peligrosamente levantado; sus jardines abandonados, muchos de ellos alfombrados de hojas que no se recogen; sus monumentos mal iluminados o simplemente apagados. Un desastre si tenemos en cuenta que es obligado paseo de aquellos que nos visitan.

Pero hay más, mucho más. La zona de la Torre de Hércules, patrimonio de la Humanidad, presenta el mismo aspecto lamentable, con sus zonas verdes «a monte», sus bancos rotos, sus carteles indicadores destruidos. Un abandono total como el que presenta el alumbrado público del Paseo Marítimo, especialmente en sus proximidades a la Torre, donde se cuentan por docenas las lámparas fundidas, muchas de ellas sin tulipa. Y ese es precisamente uno de los escaparates de la ciudad, ese que en su discurrir hacia nuestro milenario faro recorren turistas venidos de todas las partes del mundo.

Las murallas de mar, recuperadas hace unos años, ya vuelven a empezar a ser pasto de la hiedra y de las malas hierbas. La puerta de San Miguel, aquella por la que embarcarán monarcas españoles, sigue sin recuperarse tapada por una valla que presenta un estado lamentable, indigno de ser observado por nadie.

No hablemos del alumbrado del suelo de las flamantes avenidas de Montoto y Marina cuya mayor parte de las lámparas se encuentran rotas o fundidas, no encendiéndolas ya en la actualidad. Incluso de los cuatro reflectores que iluminan el monumento a María Pita, dos de ellos se encuentran fundidos desde hace meses sin que nadie se haya molestado en cambiarles las bombillas a sabiendas de que la plaza es visitada por muchos forasteros.

Los jardines de Méndez Núñez y la Rosaleda, otrora orgullo de la ciudad, hoy son tan solo una caricatura de lo que fueron, encontrándose sumidos en el mayor de los abandonos y dejación, habiendo desaparecido algunas de sus estatuas y con la mala hierba creciendo por doquier.

Incluso el Angel que remata la dieciochesca fuente de la Fama en la plaza de la Fuente de San Andrés aparece con un gesto absurdo, como si estuviese echando «una trompetilla» al aire, al faltarle el instrumento musical que portaba en su mano.

Los grandes congresos han pasado a la historia; la temporada de Opera ha quedado relegada a un segundo plano; los espectáculos al igual que las fiestas son de una mediocridad abrumadora; no se registran acontecimientos deportivos de primer nivel. Nada, nada de nada.

Vivimos sumidos en el imperio de la mediocridad y parece que a nadie le importa, al menos eso es lo que aparenta.

Desgraciadamente ya ni siquiera nuestro querido Deportivo es noticia como lo fue en otros tiempos.

Menos mal que todavía el parte del tiempo menciona a La Coruña y para eso no siempre para bien.

José Eugenio Fernández Barallobre.