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CUANDO SOÑABAMOS CON MARCAR LA IMPRONTA

Me vienen estos días a la cabeza los recuerdos de tantos y tantos proyectos, algunos de ellos nunca hechos realidad generalmente por falta de posibles, como se suele decir, en los que trabajamos para potenciar la noche de San Juan coruñesa.

Fueron muchos años dándole vueltas y vueltas a temas con el fin de convertir la noche de San Juan, nuestra Noite da Queima, en todo un referente festivo a nivel no solo nacional, sino también internacional.

De sobra sabíamos que para crear corrientes turísticas que fuesen capaces de convertir a La Coruña en punto obligado de cita al llegar las fechas del alto junio no llegaba con que las playas de Riazor y Orzán se llenasen de pequeña hogueras en las que grupos de personas celebran la noche más corta del año; ni siquiera con que organizásemos una Cabalgata de las Meigas lo más completa posible o que en la Comitiva del Fuego de San Juan participasen cada año más moteros confiriéndole esa vistosidad que aporta cualquier concentración de motocicletas; no llegaba si quiera con plantar una Hoguera alegórica de grandes dimensiones o que las sesión de fuegos fuese fastuosa. Era necesario más, mucho más.

Se traba, y así se lo hicimos saber al Ayuntamiento quien lo comprendió al instante, de convertir a La Coruña, a lo largo de los días 21, 22 y 23 de junio, en una auténtica referencia de primer orden trayendo a la ciudad espectáculos de primer nivel sino internacional, al menos nacional, capaces de llenar la Plaza de María Pita o incluso, si se apura, la playa de Riazor en las jornadas previas a la noche de San Juan.

Era necesario, por todos los medios, que La Coruña fuese el objetivo prioritario, el punto de destino, para todos aquellos que deseasen vivir una fiesta de las HOGUERAS diferente; un objetivo en el que tendría forzosamente que involucrarse toda la ciudad.

Y así, desde paquetes turísticos a modo de oferta, combinando viajes y estancia, pasando por una correcta ambientación de calles y plazas y una serie de acciones divulgativas de las tradiciones ligadas a la noche de San Juan, lograr que aquellos que deseasen viajar en estas fechas fijasen La Coruña como punto obligado de destino.

De sobra sabíamos que si lo que buscábamos era atraer turismo de calidad, ese que gasta el dinero y genera riqueza y por tanto retorno a las inversiones públicas, era necesario estrujar la imaginación y confeccionar un programa atractivo que no pasase desapercibido para nadie, incluso combinando otras iniciativas aunque fuesen de carácter privado en las que se involucrase la mayor parte del tejido social, económico y cultural de la ciudad.

Lo demás, la Cabalgata de San Juan, los vistosos pasacalles, la Comitiva del Fuego de San Juan, la quema de la Hoguera alegórica, la sesión de fuegos, las fiestas en los barrios, etc., era, un poco, la vestimenta más íntima de la fiesta pero no por ello la menos importante. Se trataba de que La Coruña entera se vistiese de fiesta durante tres días emulando lo que se hace, con tanto éxito, en otras partes de España que han conseguido que sus fiestas sean objetivo de miles y miles de turistas cada año, incluso en meses mucho peores que el de junio.

Había que conseguir que la fiesta fuese popular de verdad, es decir, para todos no solo para unos pocos. Que la fiesta no se quedase constreñida a unas miles de personas que bajan a las playas sino que la viviesen todos los segmentos de la sociedad coruñesa y todos aquellos que nos visitasen.

Al lograr el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional vimos el cielo abierto al creer que con este logro la fiesta estaría salvada. ¡Qué error!

Hoy de todo aquello no queda nada y lo que es peor, cada vez menos. La fiesta de las HOGUERAS, aquella por la que tantos y tantos coruñeses trabajamos durante años sin desmayo. se ha convertido en una fiesta ramplona, sin gusto, sin imaginación y que solo está dirigida a aquellos que deseen bajar a las playas la noche del 23 de junio, el resto quedan fuera de la convocatoria al no haber nada que pueda atraer su atención salvo lo poco que se salvó de nuestro proyecto inicial, el nuestro no el de ningún otro: quemar una Hoguera alegórica y echar unos cuantos fuegos artificiales.

Es una pena que el ánimo de revancha sea capaz de cegar la vista en especial la de aquellos que tienen la sagrada obligación de servir al pueblo, a todo el pueblo, y velar porque la ciudad despegue de verdad y se convierta en todo un referente en todos los sentidos y no en un lugar cada día más abandonado y que solo se mueve por su propia inercia.

José Eugenio Fernández Barallobre.