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EL VALOR DE LAS TRADICIONES

En un lejano mes de mayo del año de gracia de Nuestro Señor de 1589, un grupo de coruñeses, temerosos de Dios, acudieron a postrarse a los pies de la imagen de Nuestra Señora del Rosario haciendo votos para que intercediese y protegiese la ciudad de la chusma inglesa que la cercaba por tierra y por mar.

La relación de asaltantes y defensores era abrumadora a favor de los primeros, sin embargo se obró el milagro.

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Muchos dirán que la causa no fue otra que la masiva ingesta de vino por parte de los ingleses tras el asalto, toma y saqueo de la Pescadería; otros minimizan la figura de Francis Drake a quien tildan de pirata, sin duda para ridiculizar la gesta coruñesa.

Lo cierto es que Drake era un Almirante inglés y que el peor enemigo que encontraron los británicos no fue otro que el pueblo de La Coruña que, codo con codo, con el Ejército no solo repelió el ataque si no que logró poner en fuga a los invasores.

En esta gesta heroica, en la que destacaron hombres y mujeres de nuestra ciudad, sobresalió por su valentía y bravura Mayor Fernández de la Cámara y Pita, la popular María Pita, de quien se dice que con un certero golpe de espada mató a un Alférez inglés que portaba la enseña.

Desde aquella fecha, la ciudad, encabezada por su Corporación Municipal, en solemne comitiva cívica, ha venido acudiendo, año tras año, a revalidar este Voto hecho ante la Madre de Dios en aquella lejana fecha, convirtiendo este acto en una tradición inveterada en La Coruña.

Sin embargo, hoy, pasados 428 años, los que ocupan el gobierno municipal han dado de lado esta costumbre con la única pretensión de eliminarla por el simple hecho de que no les gusta o porque su significado no casa con su ideología excluyente.

Las tradiciones, igual que la Historia, no se pueden reescribir; no se pueden adecuar a los gustos de cada uno para tratar con ello de hacer desaparecer sentimientos que nacen del alma de los pueblos o verdades contrastadas con le paso del tiempo.

La gesta de 1589 fue fruto del esfuerzo de un pueblo que supo conjugar a la perfección los valores de la fe y la esperanza con los de la valentía y el pundonor; el fruto de aquellos que, volviendo la vista a la imagen de Nuestra Señora, supieron con gallardía empuñar las armas y subir a la muralla para desalojar al invasor.

No pretendamos caricaturizar la tradición con actos producto de la impostura, ciñámonos simplemente a los hechos históricos y aquí el único contrastado es aquel en el que un grupo de coruñeses primero y su Concejo después acudieron a implorar a la Virgen su santa protección.

Eso es la centenaria Función del Voto que llevamos más de cuatro siglos celebrando en nuestra ciudad y que sus regidores, si realmente lo son, deben seguir fieles al cumplimiento de la tradición. El resto son apaños, imposturas propias de quienes alzan por bandería los principios de la desunión. la exclusión y el sectarismo más rancio con el fin último de distorsionar la Historia.

A todos los coruñeses de buena fe, feliz día del Voto.